-Usted
puede decirme Moni, Mónica se oye muy formal, como si ya fuera una vieja.
-No,
cómo crees, Moni, yo jamás te diría vieja.
Moni
no es como Alma: Moni puede hablar de Muddy Waters, de Serrat, de Patti Smith;
Alma no hablaba de otra cosa que no fuera Madonna. Pero Moni no parece ser de
las que puedan preparar los chilaquiles con epazote, de las que puedan planchar
el cuello como a él le gusta; Alma sí lo hacía, Alma era capaz de mantener el
olor del piso siempre fresco. La espalda con pequeñas pecas cafés en los
omóplatos se cuela entre los parpados, entre las llegadas a la central de
autobuses, entre los cafés fríos, entre la espera.
-Mire,
Don Manuel, el disco lo tengo en mi casa, si me espera quince minutos, pues
vamos por él y nos tomamos una copita.
Se compara ante la ola de carne que duerme
a su lado. La espalda: sin pecas, lisa, joven; los cabellos, negros, no cafés como
los de Alma. Se levanta al baño donde las arrugas en la cara, las canas en las
patillas y la acechante calva lo miran desdeñosamente viejo. Por eso estar con
Alma era distinto, las arrugas no lo miraban como lo miran ahora, las pecas en
la espalda combinaban con sus propias pecas. Mónica por fin ha llegado a abrir
el local, Manuel pide la cuenta y camina despacio hacia la rampa donde se
encuentran todos los negocios y donde se compran los boletos, para poder llegar
hacia Moni.
Mónica, Moni suena muy infantil.
A Manuel siempre le gustó su casa: limpia,
con olores a especias perfumando permanentemente la cocina, con los libros de
Alma esperando en cualquier rincón de la casa. Le encantaban los libros de
Alma. Pero esta casa no tiene orden, el cuarto está sucio, discos por todos
lados, la cocina sin comida, los libros ausentes. Mónica lo ve, a lo lejos, y
saluda con una sonrisa. Sí, también la sonrisa de Alma era preciosa cuando él
trataba de bailar cierta canción de pop comercial norteamericano que él no conocía, pero Alma
veía el esfuerzo y sonreía, sonreía. O como cuando Manuel la sorprendía con un
libro nuevo, o leía en voz alta sus poemas favoritos. Ésos son los buenos
recuerdos, los malos recuerdos no le llegaron con la sonrisa de Mónica, sino
con la espera dentro del olor del café.
¿Por qué, Alma? No hay respuestas.
No es que le haya dolido la infidelidad, le
dolieron los motivos que llevaron a Alma a engañarlo.
¿Por qué, Alma? No hay respuestas, ni café
en la estufa, ni llantos, ni casa limpia, ni olor a especias, ni pop rebotando
en cada pared, ni nada.
Conoció a Moni, a Mónica, dos semanas después
de la ruptura con Alma, en uno de sus viajes quincenales para entregar
mercancía.
¿Por qué, Alma? No hay respuestas.
Tenía
tiempo de sobra y se detuvo en la zona de negocios, buscaba discos y encontró
ojos marrones detrás del mostrador.
-
Muy buenas tardes, ¿algún disco en específico? No tenemos “Muddy Waters at Newport”, pero sí el “Newport Jazz
Festival”.
¿Por qué, Alma? No hay respuestas.
A la quinta visita al local, se presentó
una oportunidad: Gracias por invitarme a comer, Don Manuel, ya no iba a darme
tiempo de ir hasta mi casa.
¿Por qué, Alma? No hay respuestas.
-¿De
verdad tiene ese disco, Don Manuel?
-
Sí, me lo compré en el 86, es de mis bienes más preciados.
¿Por qué, Alma? No hay respuestas.
Apaga la luz del baño para dejar de verse
en el espejo, le hace daño. Camina hacia el cuarto, ve la silueta dibujada a
través de las sábanas. Se acuesta. Abraza el cuerpo de la joven por su cintura.
Veinticinco años son muy pocos comparados con sus cincuenta.
¿Por
qué, Alma? No hay respuestas.
No estoy tan viejo, piensa mientras
Móni-Mónica se retuerce en las sábanas. Los ojos color marrón se funden con el
café y las especias de la cocina.
¿Por qué, Alma? No hay respuestas.
Detiene su andar justo a 10 pasos del
negocio, la sorpresa de Mónica (Moni no) matiza el momento.
¿Por qué, Alma? No hay respuestas.
Ante la sorpresa de Mónica, Manuel cambia
de dirección. Ahora se dirige a la salida. Se miran por última vez; Manuel,
Alma, Mónica; especias, discos, bailes; poemas, pecas, arrugas.
¿Por qué, Alma? No hay respuestas.
Adiós, Alma. Adiós, Mónica. ¿Por qué? No hay
respuestas.