No se ha inventado mejor refugio y escondite del avasallante
mundo capitalista que el de Su Cama. Esa misma cama con hoyos en las sábanas
representa para ellos lo más sagrado dentro del cuarto de 10 metros cuadrados
que alquilan, dentro de la vecindad llena de señoras mayores de 60 años que
regañan a sus escurridizos y melindrosos nietos a la hora de la comida, dentro
de la colonia llena de bardas graffiteadas y misceláneas en cada esquina,
dentro de la ciudad con su inagotable ruido, sus asaltos diarios y sus fajes
callejeros acompañados de lluvia y smog.
Las moscas
revolotean, contentas, sobre un envase de leche que está próxima a ser un queso,
cosa que, en realidad, es irrelevante para Ellos, porque ahora están en La
Cama. Él, justo en este preciso instante, pasa el dedo índice por los bordes del
ombligo de Ella. La desgastada radio que reposa en el suelo trata de hablarles
sobre lo buena que ha sido la última administración del presidente en turno y
sobre el prominente pero lejano futuro que alguna vez inundará a México. Pero
ni Ella ni Él la escuchan; Ella se vuelve sorda cuando Él transforma su boca en
un huracán de humedades que inunda su cuello y su sexo, y olvida totalmente el picor del thinner que Él
carga después de haber pasado medio día formando inverosímiles e ignoradas
imágenes de fuego expulsadas a través de su boca. Y a Él deja de importarle el
recorrido de la asperidad, resultado de lavar ropa ajena, que recorre su
espalda en direcciones espontáneas y placenteras.
Ni el sonido del rugir de las tripas evita
que Él continúe leyéndole a Ella unos cuentos rugosos que su abuelo regálole
cuando era apenas un escuincle de 8 años. Porque, en realidad, el hambre sacia
cuando está acostado junto a Ella.
A Ella, llena de besos sabor thinner en todo
el cuerpo, le es imposible, en este momento, inmutarse ante trivialidades como
el segundo hoyo que acaba de aparecer en la suela de su tenis izquierdo, como
el vestido que ya ha cambiado de rojo a rosa, como la película que recién se
estrena en el cine y que probablemente no verá. No, a ella lo único que le
inmuta es que Él deje de susurrarle a jadeos lo bonita que está, que Él deje de
besarle el cuello mientras hace remolinos los vellos del pubis, que Él deje de
oler su cuello, su cabello, sus orejas.
Y mientras el
aullido de los perros huérfanos de dueño se cuela entre su única ventana, Ellos
siguen embelesos por el incomparable
placer estético de tenerse cerca. Quizá
sean pobres de materia e incluso de visión, pero jamás serán pobres de
espíritu. Jamás serán pobres de besos.
Ja! cuanta razón hay ahí...eso es una realidad. El entorno deja de existir, lo único, lo verdaderamente único sería el sexoamor o viceversa...
ResponderEliminarMario no puedo ver esto a través de mi feis pero si a traves de mi blog...será porque en el feis no somos amigos o que? bueno sigamos adelante!
Muchas gracias por el comentario. Lo verdaderamene único.
ResponderEliminarNo entiendo por qué no puedas verlo.